Ana se despertó como si de cualquier otro día se tratase: persiana arriba, un poco de música, agua para despejarse y un buen desayuno. Después, la nociva rutina de siempre: paquete de tabaco, cigarro, mechero y profunda calada. “Fumar atrofia el cerebro” se leía en la cajetilla. Vaya tontería –pensaba ella al leer esos mensajes- yo controlo mi cerebro, no el a mí. Como cada mañana, tuvo que levantar a su hermano para que fuese a trabajar. Ana entró en la habitación:
- Esratnavel ed aroh – le dijo
Vaya. No entendió que acababa de decir, pero tenía su gracia. El hermano ni se había inmutado. Probó otra vez:
- ¡Abirra, agnev!
Otra vez lo mismo. Se puso a reír. Era incomprensible que no pudiese articular palabras coherentes. Su cerebro sabía que quería decir pero su boca pasaba completamente de ella, o al revés. Se centró y lo intentó una y otra vez. No hubo manera. Su hermano seguía durmiendo placidamente. Salió de la habitación y se fue a la suya a reflexionar. Paquete, cigarro, mechero, calada. No entendía que le pasaba. Decidió pronunciar palabras bisilábicas a ver si, al menos, podía pronunciar las palabras cortas correctamente:
- Aloh, oded, ana
Tampoco obtuvo resultado. No obstante, se dio cuenta del problema que tenía. Estaba hablando al revés.
- ¿Será cosa del cerebro? ¿Quizás todo mi cuerpo está en contra mía? Si yo no le hago nada malo – pensaba mientras le daba la última calada al pitillo.
Ya no le hacía tanta gracia. Tras pronunciar palabras y palabras, no logró decirlas sin que estuviesen al revés. Desesperada, cogió el paquete de tabaco y lo tiró a la basura, acto seguido pronunció:
- ¡No deseo ese don!
Había conseguido articular una frase ordenada. Después, todo volvió a la normalidad. Ana sonrió sin quererlo, como si alguien la controlase. No acababa de entender que había pasado. Su cerebro sí.
- Esratnavel ed aroh – le dijo
Vaya. No entendió que acababa de decir, pero tenía su gracia. El hermano ni se había inmutado. Probó otra vez:
- ¡Abirra, agnev!
Otra vez lo mismo. Se puso a reír. Era incomprensible que no pudiese articular palabras coherentes. Su cerebro sabía que quería decir pero su boca pasaba completamente de ella, o al revés. Se centró y lo intentó una y otra vez. No hubo manera. Su hermano seguía durmiendo placidamente. Salió de la habitación y se fue a la suya a reflexionar. Paquete, cigarro, mechero, calada. No entendía que le pasaba. Decidió pronunciar palabras bisilábicas a ver si, al menos, podía pronunciar las palabras cortas correctamente:
- Aloh, oded, ana
Tampoco obtuvo resultado. No obstante, se dio cuenta del problema que tenía. Estaba hablando al revés.
- ¿Será cosa del cerebro? ¿Quizás todo mi cuerpo está en contra mía? Si yo no le hago nada malo – pensaba mientras le daba la última calada al pitillo.
Ya no le hacía tanta gracia. Tras pronunciar palabras y palabras, no logró decirlas sin que estuviesen al revés. Desesperada, cogió el paquete de tabaco y lo tiró a la basura, acto seguido pronunció:
- ¡No deseo ese don!
Había conseguido articular una frase ordenada. Después, todo volvió a la normalidad. Ana sonrió sin quererlo, como si alguien la controlase. No acababa de entender que había pasado. Su cerebro sí.

6 comentarios:
Molt curiós..
M'agrada ^^
*
como siempre tu con tu lucha contra el tabaco.
bueno te dejo k me voy a ramuf nu itip
yos bocoj
Haurà de seguir parlant en palíndroms si vol creure's curada ^^. Com a mínim per un temps prudencial.
creo que este texto ya lo he leido antes ee, nose yo, creo que es un dejavu de esos quien sabe jiji
tio, de palabra de verificacion me ha salido Amilles, ya sabes amilles amigues, segun quien lo diga
ala adeu fill de puta
Buen contratiempo para el fumador. El cuerpo habla, y el huésped no escucha. Aún así, creo que muchos prefieren no escuchar. Lástima.
Un buen Post, Kira.
Publicar un comentario