Desde que nacemos, nuestros padres nos intentan inculcar que en un futuro tenemos que ir a la universidad para llegar a ser alguien importante algún día. Dejando el tema de si esto es cierto o no, ya que cada cual tiene una opinión menos los cuartos árbitros que no sirven para nada, hay algunos padres que se lo toman demasiado en serio. A un pobre bebé su padre le regaló un libro de la física cuántica. La primera palabra que dijo el crío fue:
- ¡Metetelo en el agujero negro!
Llámale palabra, llámale X, lo importante es el concepto, relacionado con la física lógicamente.
Vamos creciendo y vamos viviendo la vida… hasta que llega el día que nuestros padres siempre soñaron: su hijo va a ir a la universidad. Yo siempre he soñado que volaba, no que mi hijo irá a la universidad, quizás es porque no tengo hijos, pero tengo peluches de Epi y Blas, en fin, luego dicen que el raro en casa soy yo. En ese día no hay nadie más contentos que ellos:
- ¡Conchi!, ¡saca el cava que hoy por fin se va de casa!
- La congaaaaaaaaa de Jalisco…
- ¿Papá, estáis celebrando que voy a empezar la universidad o que me voy de casa?
- Mmmmm…. La congaaaaaaaaa…
Una vez llegas a la universidad, la gran mayoría piensa en salir de fiesta día tras día, pero cuando llegan los exámenes las cosas cambian. Ahora que se acercan… malditos exámenes ¿no? Hay quienes estudian el último día y les va bien. Da igual que sean 1000 páginas, 7 exámenes o 300 problemas, la ley del último día para ellos es sagrada.
También están los que estudian con bastante antelación o a diario, un ejemplo a seguir por todos los alumnos. No obstante, los que estudian el último día, no pueden estudiar antes porque les es imposible: un chico un día se puso a estudiar antes y su cerebro empezó a hacer las maletas y se quería independizar.
Cuando llega el día del examen llegas sin haber dormido prácticamente: ves caras concentradas, ves caras dormidas, ves a cebras tocando el violín,… Ese día no falla, los hay que siempre te vienen con la misma historia, a esos ya te los conoces, llevan cuatro meses estudiando y te vienen con el cuento de siempre:
- No me lo se mucho, seguro que suspenderé
- ¿No te lo sabes? Acércate un segundo
- ¿Por qué llevas un bate de béisbol en la mano?
Sabes que están mintiendo y se han lo han estudiado todo.
Los hay que llegan a la universidad con una mentalidad poco acertada: los que no estudian ni siquiera el último día. Esos prefieren usar las chuletas. Los hay con experiencia, que nunca los han pillado, y los pringaos, que su cara los delata. Cuando el profesor dice: “como pille alguien con chuleta suspende el curso”, el que sienta atrás del todo y deja un fosquito en la silla es el pringao sin experiencia, además empieza a sudar sin parar y deja un charcazo enorme. Hubo uno que sudo tanto, que los profesores preocupados por ver que podía ser ese charco tan grande, miraron dentro y había un par de buceadores dentro y una orca. El que se sienta delante y va con gorra es el experto, estos llevan desde los 3 años con chuletas. Incluso los hay que les pegan post-its a los profesores en la frente con las respuesta y estos ni se enteran. Luego está el tonto que le dijeron que con chuletas aprobaría y se trajo chuletas de cerdo a clase, este acabó en el hospital de la paliza que se llevó.
Por último están los que pasan de todo, los repetidores. Llevan más años en la universidad que el profesor, fuman en clase, tiran todo lo que pillan por la ventana (al profesor si hace falta), aparcan el coche en el aula,… Son tan vagos que van en pijama a clase.
Puede que la universidad nos sirva para llegar a ser alguien importante en esta vida tal y como nos decían nuestros padres, una vez consigues entrar, lo mejor es darlo todo y disfrutar y, en el futuro, quien sabe si podremos volar.