
Ella y yo. Sentados frente a frente. Los nervios me pueden. Debo romper el hielo. Tirarselo al camarero sería divertido, pero no me refiero a eso. Algo ingenioso que la sorprenda. La miro y sonríe, es preciosa. Tengo que relajarme y concentrarme. Difícil combinación, pero por ella, todo es poco. Mientras pienso, iré arrancando trocitos del mantel, me tranquilizará. Es extraordinario, fino, suave y de papel. Esto empieza a gustarme. Ayudará a que se me ocurra algo que decirle. Arrancar, bolita, arrancar, bolita, arrancar, bolita,… Hay algunas más grandes que otras, parece un mini ejército. La gente me mira aunque no entiendo el motivo, quizás sientan envidia por la mujer que tengo delante. Yo a lo mío, que ya voy por más de la mitad. Sigo teniendo la mente en blanco, como el mantel. Estoy a punto de terminar y no viene esa idea que me haga hablar. Es más complicado de lo que creía. Se acabó. Qué estoy haciendo. Qué debe pensar de mí. La miro, me sonríe y me besa, es hermosa. Yo también, me dice. No entiendo nada. Todos me siguen mirando. Soy un genio y no se porque. El camarero trae platos, vasos, cubiertos, un nuevo mantel y pide permiso para limpiar los restos del anterior. Me levanto y todos aplauden. Están locos. Entonces lo vi. No lo están. En la mesa, de forma inconsciente, había conseguido que las bolitas formasen la silueta de un gran corazón seguido de las palabras TE QUIERO. Gracias mantel.

No hay comentarios:
Publicar un comentario